EVOCACIÓN


Curioseando en el perfil de wasap de miss Mary, me demoro en la contemplación de la foto que lo ilustra: una pelota de tenis entre los coloridos cojines. Sin duda, “su” pelota, pienso. Inmóvil –más bien petrificada, como una estatua-, condenada ya para siempre a la acinesia, y al olvido. Regurgito el dolor por los ojos; amargas lágrimas.
Y cavilo que, sin embargo, no bastaría, para aliviarlo, deshacerse de ella, digo de su pelota, de sus cosas. No serviría, me digo; todo quedó impregnado. En todos los espacios que habitó quedó su estigma. Contaminado todo, lo cotidiano evoca su memoria (y su desdicha): la huella de sus mordisqueos infantiles en las gafas de lectura, la pluma, el radiador, las gruesas cubiertas de los libros colocados en el plúteo inferior de la estantería… las naranjas yacentes –y aburridas, ahora- en el césped…
Cosas mudas que, paradójicamente, hablan de ella en su silencio. Extrañamente sigilosas, decía Borges:
“…ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.”


No saben que te fuiste. Nunca sabrán.


Mayo, 2017

EL NOTISMO, BÁLSAMO PARA LAS DESDICHAS

Nadie –desde la razón- puede estar del todo satisfecho y feliz en un mundo donde se impone la injusticia, el dolor y el sufrimiento, salvo que sea un desalmado. Un mundo donde los cuatro jinetes del apocalipsis no han tomado vacaciones un solo día, desde que la humanidad tiene memoria. Ni un solo minuto de paz universal ha conocido la especie humana desde su existencia. Parece, pues, que  guerra y humanidad son consustanciales. Ya lo dijo el griego: la vida es guerra; y un poeta nuestro, sabio y profundo, que dio nombre a unas lentes, lo sentenció: “La guerra es de por vida en los hombres, porque es guerra la vida…”. Del mismo modo, el hambre, la miseria, la enfermedad y el sufrimiento, indeseables -e inseparables- parientes de la vida.
Así las cosas, la sabiduría popular, que en el fondo no gusta engañarse, acuñó el dicho de que sólo los tontos y los locos son felices. Aristóteles había venido a decir lo mismo, aunque, como es natural, de modo más elegante y sutil: el carácter melancólico es propio de las personas inteligentes. Hipótesis exaltada a la categoría de arte por genios como Lars Von Triers o Woody Allen.
Frente a ello, es sabido que la religión actúa, si no como antídoto, como paliativo, aportando consuelo o resignación ante la angustia existencial.
Hay, sin embargo, personas a las que no les ha sido otorgada la gracia de la fe, o a las que por rebeldía intelectual se les atragantan en la razón las religiones trascendentes. ¡Qué más quisiéramos muchos de éstos que estar equivocados y que existieran, por el contrario, esa otra vida o vidas futuras, donde se premie a los justos y se castigue la maldad de los réprobos!
Algunos de éstos (los descreídos, no los réprobos), entre los que me hallo,  hemos encontrado, no obstante, un remedio al aparente dilema: el arte elevado a la categoría de religión. Y no me refiero a la naturaleza redentora del arte, que tiene la virtud de elevar el espíritu y ennoblecer las acciones humanas.
Me explico: No sé cuántos seremos los que admiramos la genialidad de la película El gran Lebowski y a su protagonista; pero a alguno se le ocurrió pensar que el sentimiento de admiración no expresaba la realidad del fenómeno; lo que muchos sentíamos por el estilo de vida del Nota se describía mejor con la expresión fervor religioso. Y así, en el año 2011, surgió el Dudeísmo, también llamado Notismo. Religión cuya doctrina no ofrece consuelo en otra vida futura ni exige resignación ante las penalidades de la presente; y cuyo profeta, cómo no, es el Nota, o Su Notísima. Su dogma sólo contiene un precepto: buscar la felicidad en las cosas sencillas de la vida.
Y no admito que nadie traiga a colación a Lao Tsé o a Epicuro, ¡hasta ahí podríamos llegar, compararlos con el Nota! El Notismo no se revuelca en el lodo del hedonismo, ni es tan trascendente como el Taoísmo. Está, como señaló Aristóteles, en el punto donde se halla la virtud: en el justo medio.
Así que, ya que no podemos ser plenamente felices, procuremos, al menos no desaprovechar los momentos de felicidad que podemos hallar en las cosas más simples y cotidianas. En el nombre del Nota, que así sea.

Mayo, 2017

ESTAMPAS ROMANAS, 6

Cuentan que Miguel Ángel, durante los cuatro años en que estuvo pintando la bóveda de la Capilla Sixtina, no permitió que nadie, incluido el mismísimo Julio II, observara el desarrollo de sus trabajos. Está en nuestro recuerdo la película de Carol Reed El tormento y el éxtasis y el papa Julio II (Rex Harrison) increpando furiosamente al artista (Charlton Heston): ¿¡¡¡¡Cuándo terminarás!!!?, y éste, con una mezcla de hieratismo, soberbia y cólera contenida: ¡Cuando acabe!
Y se cuenta también que, pese a ello, Rafael Sanzio, con quien rivalizaba por los favores del papa, consiguió furtivamente –solo o en compañía de otros- quebrantar el hermetismo impuesto por Miguel Ángel. Y dicen –yo lo he oído contar; o mi imaginación va más allá de lo aceptable- que, ante el prodigio que se ofrecía a sus ojos, sólo dijo dos palabras: posso eguagliare; no se sabe si movido por el orgullo, por la envidia o por la admiración, o por una mezcla de tales cosas. No se le ocurrió, pues, que la obra pudiese en modo alguno mejorarse. Tratándose del juicio del pintor más grande del momento, sus dos palabras decían: es una obra perfecta. No hay palabras para describir tanta belleza, ni tanta genialidad concentrada en tan poco espacio.
Contemplando a la sibila cumana –a la que sólo Virgilio ha dado nombre: Deífobe- me conmuevo aún más. Se aprecia el cruel contraste entre la decrepitud del rostro de ésta y la lozanía y belleza angelical de la de Delfos; Miguel Ángel hizo honor al mito, según el cual Apolo castigó las pretensiones de la sibila concediéndole la longevidad, más no la juventud.
Fuente: Dominio público. Wikimedia
Y, cómo no, recuerdo los bellos versos de la Eneida que hablan de ella, y, sobre todo, el fatal augurio que desvela a Eneas:
¡Guerras son lo que miro, horribles guerras,
sangre en el Tíber, aluvión de sangre!
Causa de tanto mal será de nuevo
una mujer extraña a los troyanos,
y el tálamo otra vez de una extranjera.
Augurio que en nada sorprendió a Eneas, según nos sigue contando Virgilio; y, desde luego, mucho menos a Horacio, que antes de la Eneida –y de las desgracias acaecidas a los troyanos por causa de tres extranjeras: Helena, Dido y Lavinia-, ya apuntó en sus Sátiras que “…ya antes de nacer Helena, la vulva de la hembra había sido causa de tristísimas guerras…”
Hoy, por desgracia, no es el amor o el despecho la causa de las guerras, sino el odio, la ambición, el fanatismo, la estupidez…

Mayo, 2017

ESTAMPAS ROMANAS, 5


Tomamos ansiosos el camino hacia el Vaticano. Cruzamos el Tíber esta vez por el ponte Sant’Angelo, disfrutando de todo lo que la vista abarca: el río, los ángeles custodios del puente, los sampietrini –esos cubos de piedra negra que caracterizan el pavimento romano- y, sobre todo, de la imponente mole del castillo, que -por los pelos- salvó el pellejo al papa Clemente VII durante el saqueo de Roma por las tropas del emperador Carlos I.
Comenzamos la jornada más esperada. Nada más entrar en los museos vaticanos nos damos de bruces con la terrible escultura de Laocoonte, aquél cuyas palabras este blog coronan:
Mas del caballo no os fiéis, Troyanos:
yo temo al Griego, aunque presente dones.
Dice, y en un alarde de pujanza,
venablo enorme contra el vientre asesta
del monstruo y sus ijares acombados…
El lúcido Laocoonte advirtió en vano de la trampa griega (curiosamente, se usa en nuestro idioma, en el argot informático, la expresión “troyano” como sinónimo de engaño o fraude, en lugar de “griego”, siendo realmente griego el engaño, y no troyano), y pagó con su vida y la de sus hijos la afrenta infligida a la rencorosa Juno, protectora de los griegos.
Sobrecoge mi ánimo el grupo escultórico –tan real es-: el bocado terrible de la monstruosa sierpe, la expresión vanamente suplicante de los hijos, el horror en el rostro de Laocoonte. Conmueve tanto, como el relato de Virgilio en la Eneida:
Ya dos vueltas los lomos escamosos
le dan al cuerpo, al cuello, y todavía
las engalladas fauces su cabeza,
ponzoñosas, dominan. Él en vano
los torpes nudos por soltar relucha,
mientras se empapan las sagradas ínfulas
con baba inmunda y tósigo negruzco.
Terríficos clamores lanza al cielo (…)
Se corre que Laocoonte ha merecido
su pena abominable, por la afrenta
que al sacro leño osó inferir lanzando
su dardo criminal. La imagen, claman
todos a una, debe entrar en Troya,
desagravio a la diosa resentida
Mayo, 2017

ESTAMPAS ROMANAS, 4




Entramos en el Trastevere cruzando los dos puentes –Fabricio y Cestio- que unen la Isola Tiberina a cada una de las orillas del Tíber. El Trastevere inevitablemente evoca a Triana. El Trastevere es Triana en Roma. No sólo comparten, a mi modo de ver, el significado etimológico de sus nombres (Más allá del río), sino el espíritu que anima su singularidad, su pintoresquismo. Comparten el alma… ¡y los pavías de bacalao! que, aunque en el Trastevere les llaman “filetto de baccalá”, están igual de ricos.

Mayo,2017

ESTAMPAS ROMANAS, 3


Cobra Roma 6 euros diarios a todo viajero que la visita. Como es notorio que hace tiempo que cayó el Imperio, aunque pervivan las reliquias de su pasado esplendor, rehuso que la causa del diezmo tenga su fundamento en razones de soberanía política. Y, como no encuentro otra razón que -convertida a lenguaje monetario- no haya sido pagada ya de una u otra forma, concluyo que, fundamentalmente, tal tributo tiene por objeto subvenir al quebranto económico que provoca a la ciudad la limpieza de la suciedad que generamos los visitantes. Luego la evidencia de los hechos desmiente tan precipitada conclusión: Roma es la ciudad más sucia que he visto en mi vida, y eso que he visitado varias ciudades de Marruecos. Así que me corrijo: Roma cobra como una cortesana. Roma cobra su belleza.
Eso sí, entre tanta suciedad callejera, ni una cagada de perro y ni rastro visual ni olfativo de meadas. Inevitablemente, me acordé del soneto de Rafael Alberti  y de una antológica meada vasca de mi tío Antonio Luna (que en eso de las meadas, ambos están unidos indisociablemente en mi recuerdo):
Vía Venetto

Verás entre meadas y meadas
más meadas de todas las larguras:
unas de perros, otras son de curas
y otras quizá de monjas disfrazadas.
Las verás lentas o precipitadas,
tristes o alegres, dulces, blandas, duras,
meadas de las noches más oscuras
o las más luminosas madrugadas…


Los tiempos cambian. No sé si para bien o para mal. Lamento que el tiempo y el progreso hayan refutado a Alberti (ese comunista italiano, como solía decir con toda intención mi amado y admirado tío), pero en Roma ya no es necesario orinar sobre las piedras milenarias; no sólo hay dónde miccionar –como decía el Sr. Lebowsky (no confundir con El Nota)-, sino que, además, los servicios públicos llaman la atención por su extraordinaria limpieza. ¡Oh tempora…!
Mayo, 2017

ESTAMPAS ROMANAS, 2


Callejeando desde la Piazza del Popolo hacia el Panteón, damos con otra de las 900 “chiesas” y basílicas que –dicen- tiene Roma: la Basílica de San Lorenzo in Lucina, al lado de un cuartel de los Carabinieri, en la Piazza del mismo nombre.
Curiosa basílica, construida, parece ser, en el siglo IV sobre la domus de una devota matrona romana de tal nombre, que de facto ya la había convertido en iglesia propiciando en ella los ritos ceremoniales de los primeros cristianos. 
Pero lo que llamó mi atención es que en esta Basílica se encuentra enterrado Nicolás Poussin. Una lápida, que Chateaubriand mandó poner cuando estuvo de embajador en Roma, honra al genio y a su patria materna, y deja constancia del lugar de su última morada; también, de quién es el pagano.
Vemos en ella, en relieve, reproducido su Et in Arcadia ego o Los pastores de Arcadia, advirtiéndonos sobre la vanidad de las cosas mundanas; y abajo, un bello epitafio en latín ofrece consuelo al visitante: “No derrames piadosas lágrimas…, si quieres oírlo hablar, habla vivamente en sus cuadros.”
Mayo, 2017